The Heart of the Jedi: la novela no publicada que ha llegado al nº1 de ventas en Amazon

Por Jose Alabau Casaña
¡Hola bibliotecarios! Uno de los temas universales que más se trata en la saga de Star Wars es la lucha de unos pocos rebeldes contra el todopoderoso orden establecido. David contra Goliat en versión galáctica. Esta heroicidad forma parte de la épica que nos emociona cuando vemos las películas, pero en esta ocasión vamos a hablar de una gesta real que ha revolucionado el mundo del coleccionismo literario.
Si seguís grupos de Facebook de Star Wars anglosajones, habréis visto que en las últimas semanas ha habido mucho revuelo con la aparición en Amazon de una extraña novela, The Heart of the Jedi. De este libro hablamos ya en el artículo de publicaciones canceladas, pero vamos a rescatar la información, actualizarla y como bonus, incluiremos la traducción del primer capítulo.
En el momento de escribir estas líneas (4 de mayo de 2021, día de Star Wars), The Heart of the Jedi es la novela de ciencia ficción y aventuras más vendida en formato físico de Amazon.com, que tiene en su catálogo millones de libros. Si incluimos los demás soportes, sería la tercera, solo superada por el audiolibro y el eBook de Project Hail Mary, del gran Andy Weir. Y la 35 de todos los géneros. Es decir, una novela no publicada, escrita hace tres décadas por un autor prácticamente desconocido, que no dejaría de ser un fanfic de una continuidad marginada sin ningún tipo de publicidad, ha vapuleado en ventas a las novelas oficiales de Disney, que solo consigue colar en el top 100 en edición física Thrawn Asdendancy II: Greater Good, en el puesto 22, y ninguna de las novelas de High Republic.

¿Qué es The Heart of the Jedi?
Se trata de una novela que no llegó a publicarse, escrita por Kenneth C. Flint a principios de los años 90. El Universo Expandido posterior a El retorno del Jedi comenzaba a despegar en esos años con el éxito de la Trilogía de la Nueva República de Timothy Zahn, a la que seguirían más novelas (incluidas las juveniles de Jedi Prince). Lucasfilm le encargó a la editorial Spectra, sello de Bantam, más libros, y esta seleccionó a Flint con el beneplácito de George Lucas. Hasta ese momento el autor había escrito novelas de espada y brujería y de fantasía con toques de ciencia ficción, publicando dos novelas al año para la editorial, por lo que parecía adecuado para el trabajo.
Flint comenzó a escribir la historia, que sería la parte central de una trilogía compuesta por una miniserie de cómics de cuatro números escritos por Jim Baikie, titulada Exiles of the Force, y otra novela, llamada Legacy of Doom, de Margaret Weiss. La trama tenía que ambientarse después de los hechos vistos en el Episodio VI pero antes de los citados libros de Timothy Zahn. El problema vino cuando Flint, que había aparcado todos los demás libros que debería haber escrito, se encontró con que Spectra ya no iba a publicar la novela porque ya no encajaba con las otras historias que estaban en desarrollo en la editorial. En la web de Joe Bongiorno lo tenéis descrito en palabras del autor, además del libro completo. Así mismo, las otras dos partes de la trilogía también se desecharon y nunca más se supo de ellas.
¿Qué pasó con la novela?
Por un lado, la carrera como escritor de Flint se vino abajo, ya que tampoco había podido escribir los otros libros por concentrarse en este. Como contraprestación, Lucasfilm le dejó que se quedara con el adelanto que había percibido y le permitió escribir dos relatos: Doctor Death: The Tale of Dr. Evazan and Ponda Baba, para la antología Tales from the Mos Eisley Cantina, y Old Friends: Ephant Mon’s Tale, para Tales from Jabba’s Palace, ambas editadas por Kevin J. Anderson. La novela se quedó en un cajón hasta que en 2015 se publicó gratuitamente online en starwarstimeline.net, la web del mencionado Joe Bongiorno, recurso imprescindible para los amantes de los textos perdidos galácticos. Para la ocasión se revisó toda la historia, de manera que encajara con todos los libros que se editaron posteriormente en la continuidad, situándose entre La tregua de Bakura y las novelas de Ala-X.
Además de estar online, se han hecho, que se sepa, al menos dos tiradas privadas para coleccionistas maquetadas por Dennis S. Mowers a partir del material online, una en tapa dura y otra paperback, equivalente a nuestras ediciones de bolsillo. Si queréis descargaros la segunda, lista para imprimir, la tenéis en este enlace suministrado por el propio Mowers. Ambas ediciones son, como se ha dicho, para uso exclusivo, no para venta. En la primera la trasera reutilizaba parte de la portada, mientras que en la segunda se optaba por un paisaje desértico.






¿Qué ha ocurrido ahora?
En marzo de este 2021 se puso a la venta en Amazon.com una nueva edición en paperback, pero la liebre saltó hace unas semanas cuando empezó a aparecer en grupos anglosajones de coleccionistas. ¿Quién había puesto el libro a la venta? Pues no se sabe, solo que es una tercera persona ajena al autor y a Bongiorno, como comentó este en su perfil de Facebook. ¿Es legal? El libro se vende a precio de coste, por lo que nadie obtiene beneficio, y en realidad, como nunca se publicó oficialmente no dejaría de ser un fanfic. El autor además subió online gratuitamente la novela, y así permanece, por lo que esto podría considerarse como una copia física como la que nos imprimiríamos en nuestra casa. Pero, ¿el uso del logotipo de Star Wars en la portada es legítimo? Aquí seguramente ya entraríamos en temas más peliagudos que nos llevarían a determinar que, al menos conforme está publicado, podría ser ilegal. También habría que tener en cuenta que esta portada fue diseñada en los 90 por Paul Shipper y Disney no era la propietaria en ese momento de la empresa, por lo que es muy difícil asegurar al 100% una cosa u otra. Hablamos de la portada delantera, porque para la trasera se ha usado la de El cortejo de la Princesa Leia, mientras que en el lomo tenemos el logo de Bantam Spectra, y aquí no hay discusión: no deberían haberse usado.
Añadimos este párrafo a posteriori de publicar el artículo, y es que esta edición ha sido retirada de Amazon, imaginamos que por cuestiones legales. Como hemos comentado, podéis descargaros la novela lista para imprimir en el enlace que hemos citado, o leerla online en la web de Bongiorno. Eso sí, en eBay ya se han disparado por las nubes los precios de los ejemplares físicos.
Por último, antes de pasar a la traducción del primer capítulo, os dejamos una entrevista a Kenneth C. Flint en la que podréis conocer de primera mano toda la historia, el proceso de creación, su carrera, etc.
El primer capítulo
Os dejamos ahora la traducción del primer capítulo por si queréis darleuna leída, incluyendo el texto introductorio. Si seguís la serie The Mandalorian os recordará a cierta escena del último episodio de la segunda temporada. ¡Que la literatura y el coleccionismo os acompañen!
Darth Vader y el Emperador ya no existen. La Alianza se ha convertido oficialmente en la Nueva República. Mientras Han Solo, la Princesa Leia y la nueva Jefe de Estado Mon Mothma emergen triunfantes contra el decreciente Imperio, el Remanente Imperial lucha hasta que el largamente silencioso Senado Imperial se levanta para pedir la paz. Pero no todos quieren la paz, y el Alto Almirante Tharkus ha hecho planes para asegurar que el Imperio resurja bajo su gobierno. A su lado se encuentran los misteriosos dioskouroi, seres extraños y mortales. Para Luke Skywalker, agotado por años de lucha, ha llegado el momento de partir a un viaje de descubrimiento, un viaje que le llevará a un secreto largamente escondido por Obi-Wan Kenobi.
El vasto silencio de aquel sector del espacio sin planetas fue atravesado por el sonido de los disparos láser cuando una enorme nave apareció de repente.
Se trataba de un destructor estelar del Imperio de clase Victoria, y estaba inmerso en una lucha salvaje.
El poderoso acorazado era una enorme cuña metálica de ángulos pronunciados. La afilada punta de lanza de su larga proa se adentraba en la vacía oscuridad. Los lados de su casco, cada vez más ancho, estaban llenos de baterías de turboláseres.
Todas ellas estaban disparando frenéticamente, arrojando una ardiente red de rayos de color rubí. Pero esos proyectiles no se dirigían a un objetivo situado delante. Todos se disparaban hacia la retaguardia, y otros rayos de un brillante tono esmeralda contraatacaban, entrecruzándose con el fuego imperial.
Y entonces la fuente de este otro fuego se hizo visible cerca de la popa. El destructor estelar no estaba persiguiendo. Estaba siendo perseguido.
El perseguidor era un crucero estelar mon calamari del tipo MC80 Libertad, otro acorazado, pero de diseño pelágico con un casco ovalado abombado.
Aunque era una nave de aspecto orgánico y bien diseñada, en contraste con la nave imperial, seguía siendo un rival justo para el destructor.
A medida que los dos acorazados navegaban, enzarzados en una furiosa batalla, se hizo rápidamente evidente que el destructor estelar estaba viéndose superado. Los intercambios de disparos que tejían un brillante entramado en la oscuridad causaron muchos más destellos de impactos en la nave imperial que en su enemigo. Y el perseguidor se acercaba lenta pero implacablemente.
La frecuencia de los impactos no tardó en crear un constante espectáculo de fuegos artificiales en los laterales y la parte trasera del destructor estelar. Estaban infligiendo mucho daño, destruyendo sistemas y fuentes de energía, y su efecto acumulado estaba paralizando la nave imperial.
Un rayo especialmente certero de la batería delantera del cazador impactó de lleno en la parte trasera de la torre de mando de su presa. Una gran flor de chispas estalló allí cuando el impacto del proyectil sacudió toda la superestructura. Dentro de ella, en el puente principal de la nave, la tripulación de mando, de uniforme oscuro, se tambaleó.
Su capitán, un hombre delgado y con nariz de halcón, se agarró al borde de una consola apenas a tiempo para evitar caer. Con el rostro enrojecido tanto por la frustración como por la rabia, se volvió para gritar a su tripulación:
«¿Dónde están los escudos? Potencia máxima en los escudos del puente».
Otro oficial más joven se acercó a él. «Capitán, nos están sobrepasando», dijo con una voz que no podía ocultar su alarma. «Su fuego se está abriendo paso. No podemos ganar».
El capitán se volvió hacia él con incredulidad.
«¿Sugiere que nos rindamos, comandante?», gruñó. «¿A esa escoria? No sea cobarde. ¡Vuelva a su puesto! ¡Mantengan todo el fuego al máximo!»
El joven oficial, irritado por la reprimenda, hizo un saludo y se alejó, pero se tambaleó de nuevo cuando un nuevo, y aún más masivo, ataque láser sacudió la nave.
En el exterior, toda la popa de la gran nave de guerra se vio envuelta en un espectacular florecimiento de escombros en llamas, que se extendían hacia el exterior desde la explosión del cono central del motor de la nave. El intenso fuego del atacante había encontrado por fin un punto vital.
En el puente de la nave imperial, un segundo oficial subalterno comprobó el informe de daños en sus pantallas de visualización y miró a su capitán con consternación.
«¡Capitán, nuestros sistemas de propulsión principales han fallado!», informó. «¡Estamos perdiendo los delanteros!»
El joven comandante consultó los indicadores de su propia consola. Un monitor de visión trasera por encima de él mostraba la nave perseguidora, cuyo tamaño aumentaba muy rápidamente a medida que se acercaba.
«¡Se están acercando, señor!», casi gritó al capitán en su miedo. «¡Los rayos tractores nos están fijando!»
En el rostro del capitán se dibujaron unas líneas sombrías pero decididas mientras daba la ominosa orden: «¡Prepárense para repeler a los abordantes!»
En los pasillos grises de la nave imperial se oyó el sonido de una bocina. De todas partes aparecieron rápidamente enjambres de hombres armados, formando un torrente de tripulantes uniformados de negro y tropas de asalto con armadura blanca, que se apresuraron decididamente a través de la nave hacia sus posiciones asignadas.
Mientras se desplazaban a los puestos defensivos del interior, el buque de guerra atacante se acercaba al exterior. Se deslizó junto al destructor estelar. Pronto se puso en paralelo, los cascos laterales de las dos naves estaban a sólo unos cientos de metros de distancia, y sus baterías de turboláseres seguían intercambiando descargas de fuego. Sin embargo, la abrumadora mayoría de ese fuego procedía del lado del atacante. Para entonces, muchos de los cañones imperiales habían sido silenciados. Los pocos disparos que respondían eran casi ineficaces.
El cazador igualó la velocidad de su presa, pareciendo por un momento suspendido, inmóvil junto a la otra nave. Luego comenzó a deslizarse lateralmente, cerrando la brecha entre ambas.
En el interior del destructor estelar, las tropas y los tripulantes estaban llegando a sus posiciones. Una compañía se formó en el extremo de un pasillo ante una gran puerta del mamparo exterior. Se movieron en un perímetro defensivo, creando una barrera formidable, con los stormtroopers más armados al frente.
No mucho más allá del muro al que se enfrentaban, el costado de la nave atacante se acercaba a unos pocos metros de la suya. Al hacerlo, sus baterías de turboláseres se silenciaron bruscamente.
Al mismo tiempo, se abrieron varias escotillas redondas situadas a lo largo de la elegante curva del casco de la nave. De su interior salieron unos apéndices de aspecto amenazador que crecieron rápidamente hacia el exterior, convirtiéndose en largos y flexibles conductos que se extendían como monstruosos tentáculos a tientas para tocar y luego agarrar el costado de la nave imperial.
Cuando uno de ellos hizo contacto justo encima de una puerta exterior, los soldados y la tripulación que ahora se encontraban en un perímetro defensivo dentro de ella oyeron el fuerte «clang» del conducto que se cerraba. Todos miraron alertados hacia el sonido. La aprensión apareció brevemente en los rostros de algunos miembros de la tripulación. Pero todos se armaron rápidamente y se prepararon para la batalla. Los blásteres se levantaron y se mantuvieron listos. El chasquido de los seguros al cerrarse y el zumbido creciente de las armas al cargarse sonaron con fuerza en el estrecho espacio.
Durante una docena de tensos latidos, los hombres preparados miraron expectantes la puerta del mamparo.
No ocurrió nada.
Pero, al instante siguiente, la puerta desapareció, lanzada hacia adentro por una explosión compacta pero eficaz que la convirtió en escombros y envió humo hacia adelante, llenando el pasillo.
Los imperiales retrocedieron por la explosión, pero se mantuvieron firmes, mirando a través de la nube de humo hacia la nueva negrura detrás de la abertura.
Allí aparecieron figuras, al principio sólo sombras vagas. Una de ellas avanzó. Los primeros defensores, los soldados de asalto, empezaron a disparar, sus proyectiles se dirigieron hacia el gris turbulento.
En respuesta, un extraño y furioso zumbido surgió de repente. Al mismo tiempo, surgió un corto rayo de luz verde, que una figura barrió dentro del humo, balanceándose para rechazar los disparos de los blásteres con una velocidad asombrosa, haciéndolos rebotar.
Los soldados se quedaron mirando y dejaron de disparar, momentáneamente desconcertados.
En esa breve pausa, la única figura actuó y se precipitó desde el humo a la vista de todos. Era un hombre con un uniforme negro azabache y un casco con visor antiexplosivo rebajado sobre su cabeza.
La larga espada de luz verde que sostenía se movía de un lado a otro con gran rapidez y una puntería infalible, dibujando arcos brillantes en el aire brumoso, crepitando con poder cuando golpeaba a los oponentes, acuchillando a algunos enemigos y sumiendo al resto en el pánico.
Otras figuras con casco y vestidas de azul claro empezaron a salir por la brecha detrás de la primera, disparando con blásteres al resto de los defensores ahora desorganizados. Algunos soldados de asalto intentaron mantenerse en pie, pero fueron abatidos. Los demás se dieron la vuelta y corrieron.
El grupo de abordaje trepó por los cuerpos de los muertos y comenzó a perseguirlos, con el hombre vestido de negro a la cabeza. Mientras se adentraban en el cuerpo de la nave, otras puertas de los baluartes exteriores estaban siendo voladas en varios puntos, y otras compañías de soldados entraban a raudales para enfrentarse a la tripulación imperial en un feroz combate.
Los distintos grupos de abordaje se abrieron paso por los pasillos de la nave, aplastando cualquier resistencia. Cientos de imperiales no tardaron en atravesar la nave en salvaje retirada, derribándose unos a otros en medio del pánico, pisoteando a los indefensos droides de servicio que chillaban temerosos mientras intentaban apartarse del camino.
En un punto central en el que se unían muchos pasillos, varias de las corrientes se convirtieron en una inundación masiva, que se alejaba hacia las entrañas más remotas y seguras de la nave. De dos de los pasillos aparecieron grupos de perseguidores de los abordados, que se llevaron por delante a los hombres que huían a toda velocidad, hasta chocar todos juntos en el punto de cruce.
El líder vestido de negro con la espada de luz saludó rápidamente al segundo grupo. Luego dirigió su fuerza combinada en la persecución.
En el puente imperial reinaba el pánico. El joven comandante, ahora abiertamente atenazado por su miedo, se acercó a su oficial superior.
«Capitán, están desviando a nuestros hombres», dijo con voz temblorosa. «Se están moviendo a través de la nave con gran velocidad. Sugiero que…»
Pero antes de que pudiera completar su sugerencia, el silbido agudo y estridente de los disparos de bláster sonó desde más allá de la entrada principal del puente.
Los dos hombres se dieron la vuelta para ver a un soldado de asalto retrocediendo a través de la puerta, con el pecho humeante por el impacto de un bláster. Otros soldados y tripulantes empezaron a atravesar la puerta, disparando detrás de ellos, seguidos en el puente por las lenguas de fuego de los blásteres.
Los imperiales ni siquiera tuvieron tiempo de montar una nueva defensa dentro de la puerta antes de que los guerreros de abordaje se abrieran paso a través de la abertura. Los soldados y los tripulantes sólo pudieron refugiarse detrás de los equipos y las consolas de control.
Aun así, impulsados por la desesperación final, montaron una animada resistencia desde allí. En el puente estalló un salvaje y mortífero combate a medida que los atacantes entraban en tropel y se extendían para combatir. Los imperiales atrapados lucharon tenazmente, lanzando un cegador muro de fuego. Un gran número de sus proyectiles bláster hicieron blanco en el enemigo invasor.
Muchos combatientes cayeron en ambos bandos. Los cuerpos chamuscados y las extremidades cortadas por las explosiones de energía quedaron esparcidas por el suelo metálico. Los disparos errantes golpearon los controles, el equipo, los monitores y las máquinas, levantando explosiones de chispas y fuego.
En medio del caos, el capitán imperial se movía, esquivando los disparos de bláster y los hombres que caían, arrastrándose detrás del refugio de su consola de mando y agachándose allí. A su lado, el joven comandante también estaba agachado, pero se levantaba a veces para disparar su bláster de mano a sus enemigos.
Durante un tiempo pareció haber un punto muerto.
Entonces, el hombre vestido de negro que empuñaba la espada de luz se apartó del resto. Avanzó hacia el centro de la sala con aparente temeridad, esquivando los disparos para golpear a los obstinados defensores con una eficacia despiadada.
Ninguna defensa podía detenerlo. Ningún disparo pudo alcanzarle. En unos momentos sangrientos sólo quedaba un puñado de imperiales.
El comandante se levantó para intentar disparar, pero fue alcanzado por uno de los atacantes. Se derrumbó, dejando caer su bláster. Su capitán vio el arma, la cogió y se levantó a la vista.
A medio camino de la cubierta del puente se encontraba la figura con la hoja de luz. El guerrero y el capitán se vieron al mismo tiempo.
«¡Ríndete!», le llamó el que iba vestido de negro. El capitán se levantó orgulloso, desafiante.
«¿A ti?», le espetó despectivamente. «¡Nunca!»
Su mano giró el bláster hasta apuntar y abrió fuego,
Su apresurado primer disparo se desvió de la figura oscura, pero alcanzó a uno de uniforme azul que se acercaba por detrás. La ráfaga le dio de lleno en el pecho, su fuerza levantó al soldado y lo derribó.
Antes de que el capitán pudiera volver a disparar, el que iba vestido de negro lanzó su brillante sable hacia delante.
Voló velozmente, con un zumbido rodante mientras giraba de un lado a otro, llegando a su objetivo tan rápido que el capitán no tuvo tiempo ni de inmutarse.
Golpeó con una brillante llamarada de poder, y la hoja de luz atravesó al hombre desde el omóplato hasta el corazón. Su cadáver humeante cayó sin fuerzas a la cubierta.
Una gran quietud cayó de repente sobre el puente.
La batalla había terminado, los últimos defensores habían caído. Los vencedores se tambaleaban entre los horribles restos de cuerpos desparramados y controles destruidos.
El hombre de uniforme negro se adelantó, con sus botas sobre la cubierta metálica resonando en el silencio. Se inclinó sobre el cuerpo del capitán muerto para coger el arma brillante que yacía junto a él.
Durante un largo momento, el guerrero permaneció inmóvil, con la letal hoja de luz en la mano, como una figura poderosa y terrible, rodeado por las chispas y el humo y los muertos de aquella habitación infernal.
Luego se volvió, girándose hacia el grupo de compañeros que lo observaban.
Con un «chasquido» la hoja de luz se apagó, encogiéndose en un instante en su empuñadura de metal. Las manos del guerrero se alzaron hacia su cabeza. Agarraron su casco y lo levantaron.
Eran los rasgos de Luke Skywalker.
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