Primera Tarea (Primera Parte). Traducción exclusiva del nuevo relato de La Alta República

Traducción por Mario Tormo

Os traemos en exclusiva la traducción del nuevo relato Canon de The High Republic aparecido en el número 201 de la revista Star Wars Insider. Dentro de la serie de relatos Starlight comienza una nueva aventura escrita por Cavan Scott, el guionista de la serie regular de cómics Marvel de La Alta República y que es el autor también de la novela Dooku: Jedi Lost.

En esta primera parte que se sitúa en el Faro Starlight tendremos a una serie de personajes nuevos, a los que os vamos a presentar antes de que empecéis a leer para que no os hagáis un lío con tanto nombre, cargo y especie.

Velko Jahen – Administradora, Soikan, Hembra.
Okana – Enfermera, Ovissiana, Hembra.
Stala Maru – Jedi, Kessiano, Macho
Rodor Keen – Controlador, Jefe de Operaciones de la República en la estación, Humano
Ghal Tarpfen – Jefa de Seguridad, Mon Calamari, Hembra
Doctor Gino’le – Jefe de operaciones médicas de la estación, Anacondan, Macho
Ceeril – Embajador de Rion, Skembo

Starlight:
PRIMERA TAREA
(Primera parte)

Respira maldita sea. ¡Respira!

Velko Jahen agradecía que nadie pudiera escuchar la conversación que se sucedía en su cabeza mientras la lanzadera salía del hiperespacio.

La espigada soikan de piel plateada había pasado gran parte de su vida en las enfangadas trincheras de su planeta natal, esquivando disparos de blásters y evadiendo droides remotos. Había pasado horrores que la acompañarían por siempre y demostrado valentía sin igual, y con todo aquí estaba, una veterana del conflicto Soikan, anonadada por la imagen de una reluciente estación espacial.

Era, por descontado, la estación espacial más hermosa jamás creada, desde su luminoso disco central hasta la majestuosa torreta Jedi coronada con la reluciente linterna que daba nombre a la instalación: Baliza Starlight.

Velko había estado viendo holos de la Starlight, incluso estudió los esquemas, pero nunca se había dado cuenta de lo mucho que la estación se parecía a un reluciente sable de luz, girando firmemente, en la vasta extensión repleta de estrellas que suponía la frontera.

—Estás muy lejos de casa, Vel —se dijo en voz baja mientras el transbordador pasaba a través de las enormes puertas del hangar.

Por supuesto, poner tantos parsecs entre ella y Soika había sido en gran parte el motivo para presentarse al cuerpo administrativo de la República, y así huir de los fantasmas de su pasado. No. Eso no era del todo cierto. Ella estaba aquí para servir a la República, y ¿dónde mejor que en el símbolo de la luz y la esperanza en los márgenes de la galaxia conocida?

Eso no impidió que Velko se sorprendiera cuando se abrió la escotilla de la lanzadera. Había mucha gente. Mucho ruido. Se agarró a la barandilla de seguridad, tratando de centrarse, tal y como Dagni le había enseñado. Aunque el entorno no podía ser más diferente al que ofrecía la batalla de Soika. Para empezar el olor era mejor, todo tan nuevo y brillante. Su impecable uniforme de la República era más elegante que sus antiguas ropas de insurgente. Su largo pelo blanco, generalmente anudado en una coleta, ahora estaba recogido de manera inmaculada en un apretado moño triple que le había llevado la mayor parte del día de ayer poder dominar. Y luego estaba la atmósfera. No el aire en sí mismo, que era lo suficientemente fresco. No, era el sentimiento de emoción que impregnaba el lugar, la sensación de que todo era posible.

—¡Administradora Jahen!

Velko se volvió al oír la voz. Una ovissiana de piel verde se abría paso a través de la multitud, con una sonrisa casi tan ancha como los cuernos amarillos que salían de su cabeza.

—Bienvenida a Starlight. El Controlador me pidió que viniera a buscarla.

Velko notó cómo se ponía firme ante el rango de Rodor Keen, fruto de su formación. Incluso la Fuerza de Liberación Soika respetaba la cadena de mando.

—¿Está el Controlador en el centro de operaciones? —preguntó Velko.

La ovissiana rió con un contagioso trino.

—Eso quisiera. Está en el centro médico.

Los ojos de Velka se fijaron en la bata que su nueva compañera llevaba puesta, tan impecable como las paredes del hangar.

—¿Se encuentra bien?

—Si, por supuesto. La presión aún no ha podido con él —la sonrisa de la ovissiana vaciló un instante—. Eso no significa que no esté dando la talla en su trabajo. Simplemente que… Bueno, lo verás cuando lleguemos allí.

Se adentraron apresuradamente hacia otro corredor igualmente atestado.

—Soy Okana, por cierto.

—Eres médico.

—Enfermera junior. Llevo aquí tres días. Parecen tres semanas.

—¿Tan mal está la situación?

—Oh, no. Para nada. Simplemente ha sido mucho —las mejillas de Okana se tiñeron de esmeralda—. Lo siento, no te estoy tranquilizando, ¿verdad? Mis formas atendiendo camas no suelen ser tan malas, te lo prometo.

Velko mostró lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora.

—Lo estás haciendo bien. Debo admitir que me siento un poco abrumada.

Entraron en un turboascensor que estaba parado y las puertas se cerraron suavemente tras ellas. Okana apretó un botón y la cabina comenzó a moverse por el conducto.

—No te preocupes. Se pasa pronto, o eso me han dicho…

***

Si la plataforma del hangar había sido sobrecogedora, el centro médico de la Starlight era simplemente alucinante, especialmente para alguien cuya experiencia en instalaciones médicas habían sido hospitales de campaña cubiertos de barro (y sólo la Fuerza sabe de qué más). Velko nunca había visto tantos pacientes, incluso en el apogeo de la insurgencia. Okana la condujo a través de una sucesión aparentemente interminable de salas impecables, personal médico y droides revoloteando de un paciente a otro. Vio a amanin, elomin, boltrunianos y humanos mientras pasaban corriendo, incluso un par de esbeltos hassarianos; uno acostado en un estabilizador de huesos y el otro suspendido en un tanque de bacta, con un respirador de amoníaco sobre su largo hocico.

—Hay demasiados.

—¿Pacientes o salas?

—Ambos —no pudo evitar sorprenderse con los médicos, manteniendo la calma ante tal sufrimiento—. ¿Son todos del Gran Desastre?

Okana asintió.

—¿Las Emergencias? Si. ¿Pudes imaginártelo? En un minuto estás viviendo la vida con normalidad y al siguiente están lloviendo escombros directamente desde el hiperespacio. Los hospitales están atestados desde aquí hasta Vjun, si es que siguen existiendo. Los peores casos los envían aquí, es el procedimiento estándar al parecer…

La ovisiana la llevó a través de un último par de puertas corredizas, y casi chocan con dos hombres que Velko reconoció por el informe que le habían enviado para leer antes de su llegada. El kessuriano era el Maestro Jedi Estalu Maru, resplandeciente con su atuendo de templo, acompañado de su astromecánico rechoncho naranja y blanco. El humano era quien Velko esperaba que le hubiera dado la bienvenida en el hangar: Rodor Keen, jefe de operaciones de la República en Starlight y su superior directo.

—Controlador —dijo, extendiendo una mano a modo de saludo—. Soy Velko Jahen…

—Mi nueva ayudante —respondió Keen, y le devolvió el gesto con un apretón firme pero nada hostil—. Me alegro de conocerla al fin.

Las connotaciones del comentario la tomaron por sorpresa.

—Vine tan pronto como recibí la comunicación, señor.

Keen levantó una mano en señal de disculpa.

—Y no quise ofender, Administradora —dijo—. Las cosas han estado un poco agitadas aquí últimamente.

—Starlight está funcionando a pleno rendimiento —protestó Maru—. He estado monitoreando cada departamento de manera constante.

—Con una eficiencia inquebrantable —confirmó Keen, haciendo obvia la tensión entre los dos.

Velko podía adivinar por qué. La estación fue co-administrada por funcionarios de la República y la Orden Jedi, un símbolo de la armonía entre las dos grandes instituciones y, si nos guiamos por sus reputaciones, se sabía que tanto Keen como Maru eran prácticos. No era necesario tener poderes empáticos para sentir la frustración de Keen mientras el Jedi proseguía, aparentemente ajeno al efecto que estaban teniendo sus palabras:

—De hecho, he identificado ciento setenta y tres mejoras que se podrían hacer, desde la sección de ingeniería de Cah Norne hasta los protocolos de seguridad de la estación.

—¿Mejoras? Me gustaría escucharlas.

Todas las miradas se volvieron hacia la mon calamari que estaba observando desde una habitación cercana. Vestida con un uniforme de seguridad, con un bláster enfundado colgando de su cadera, se movía como un targon enjaulado.

—Ah, Jefa Tarpfen —dijo Maru—, tenía la intención de repasar mis propuestas con usted. No debería tomarnos mucho tiempo. Sólo una hora o dos.

La mon cala cruzó sus musculosos brazos.

—¿Eso es todo?

—Administradora, le presento a nuestra Jefa de Seguridad, Ghal Tarpfen. Es una recién llegada, como usted.

La Mon Calamari apenas le dedicó un saludo, estaba concentrada en Keen.

—Controlador, toda esta sección es un incidente diplomático a punto de desencadenarse. Tenemos pacientes de territorios en guerra uno al lado del otro, sin saber qué le hará el uno al otro en cuanto recuperen la conciencia.

—Desafortunadamente, el Gran Desastre prestó poca atención a las fronteras políticas —dijo Maru, mostrando un dominio del sarcasmo que sorprendió a Velko—. Pero es por eso para lo que estamos aquí, para aliviar las tensiones que puedan surgir.

Tras él, el astromecánico emitió un pitido de alarma.

—Kace-setentayocho tiene razón, Maru. Tú y yo tenemos tareas pendientes de realizar en otra parte —le recordó Keen al kessuriano antes de agregar un apresurado—, por separado.

Como respuesta, Maru sacó un datapad de su túnica.

—Tonterías. Puedo monitorear las operaciones tan fácilmente como lo haría en el centro, y si la mariscal Kriss me requiere…

—No es necesario —interrumpió Keen, hablando antes de que Tarpfen pudiera provocar su propio incidente diplomático—. A fin de cuentas tenemos a la Administradora Jahen…

—¿Yo? —dijo Velko, deseando instantáneamente que su voz no hubiera sonado con un chillido—. Pero creía que ¿trabajaría contigo? —¡Por el sable de un Jedi! ¿Podría haber sonado más necesitada?

Keen ya estaba caminando hacia la puerta.

—No te preocupes, pronto te cansarás de verme. La Jefa le explicará lo que debe hacer. ¿Maru?

El Jedi no mostró signos de seguir a su homólogo de la República, no hasta que KC-78 le dio un nada sutil empujón.

—Sí, sí, gracias amigo mío —murmuró el Jedi mientras se dejaba guiar fuera de la sala—. Espero con ansia nuestra pequeña charla, Jefa Tarpfen. Que la Fuerza le acompañe.

—La necesitaré —murmuró la mon cala, mirando con el ceño fruncido como se alejaba el kessuriano.

—No es como yo esperaba —aventuró Velko con una sonrisa, recibiendo en respuesta una mirada lo suficientemente fría como para congelar lava.

—Eres soikana. ¿Una soldado?

—Solía serlo.

—¿Como parte de la Unión Livtak?

—No. Luché para la Alianza Gagic».

Tarpfen frunció el ceño, estudiando las escamas plateadas que se alineaban en los afilados pómulos de Velko y los ojos lilas que compartía con el resto del clan Jahen—. Lo siento. Pensé que, simplemente por tu color de…

—Mi padre era Livtak, pero mi mader era Gagic.

—Debe haber sido complicado.

—Realmente no. Padre desertó tan pronto como se dio cuenta de lo que estaban planeando los Livtak— Velko juntó las manos desenado cambiar de tema—. Entonces, ¿dónde me necesitas?

Echó un vistazo alrededor de la sala y agradeció la cálida sonrisa que recibió de Okana. La enfermera junior estaba ayudando a un anacondan que Velko reconoció por sus archivos como el Doctor Gino’le, el jefe de operaciones médicas de la estación, un cirujano brillante que se había injertado extremidades cibernéticas en su cuerpo de serpiente para cuidar mejor a sus pacientes. En este momento, le estaba administrando medicinas a un medoslean tumbado. El enorme ser, parecido a una medusa, se extendía no sobre uno, sino sobre dos catres de trauma.

—Puedes empezar por ahí —dijo Tarpfen, apuntando con su pulgar membranoso a la habitación tras ella—. Buena suerte.

—¿Con qué?

—Ya lo verás.

El jefe pasó rozándola en dirección a un cubículo en el lado opuesto de la sala, dejando a Velko donde estaba.

—Perfecto. Excelente. Me encargaré entonces.

Mordiéndose el labio, Velko se volvió y se apresuró a entrar en la habitación encontrando a un skembo de rostro áspero acostado en una camilla médica, con sus dos cortas piernas magna-escayoladas. A su lado había un impresionante droide guardaespaldas, con cada uno de sus cuatro brazos equipados con un blaster montado sobre un conjunto de tenazas de aspecto igualmente mortal.

—¿Quién eres? —-exigió el skembo con una voz como si estuviera haciendo gárgaras con rockrete.

—Mi nombre es Velko Jahen—respondió, aún sin saber lo que se suponía que debía hacer. Se dirigió hacia la cama, deteniéndose bruscamente cuando el paciente de piel rocosa chilló alarmado.

—Se supone que debes esperar junto a la puerta.

—¿Junto a la puerta?

—Sí. Para protegerla.

Velko se desplazó nerviosamente, muy consciente de que el guardaespaldas la estaba mirando con su único fotorreceptor brillante.

—Creo que ha habido un error. No soy un guardia. Iré a buscar…

—¡No! —gritó el skembo, alargando su extensa lengua para coger una uva del cuenco de la mesilla anexa a la cama—. Me prometieron un guardia en todo momento y, sin embargo, me han dejado solo durante horas.

—Tiene su droide —señaló Velko, limpiándose de la mejilla una pepita de uva que le había salpicado desde la otra parte de la habitación.

—¡Pero me hicieron drenar el gas de sus blásters! No se permiten armas en la sala, a menos que seas personal de la Starlight —- sus ojos amarillos se posaron rápidamente en su cintura—. Tú tienes un bláster ¿no?

Velko separó las manos a modo de disculpa.

—Me temo que no. Solo soy una ayudante y…

El skembo no la dejó terminar.

—-Esto es intolerable. ¿No sabes quién soy? —al menos la salvó de volver a sonrojarse por tener que responder dándole la solución él mismo—. ¿Ceeril? ¿Embajador de Rion?

—Ah, si, por supuesto —dijo, como si eso lo explicase todo.

—Se me prometió protección cuando me trajeron aquí. Hay hassarianos en el centro médico. Los he visto con mis propios ojos.

Al menos eso aclaraba las cosas. Los hasarianos y los skembo habían sido rivales durante siglos, aunque ninguno de los hasarianos de color lila con los que se había topado antes podrían suponer algún tipo de amenaza en su condición.

Velko estaba a punto de tratar de calmar los temores del embajador cuando sonó un estruendo procedente del pabellón exterior, seguido de una sirena ensordecedora.

—¿Y ahora qué está pasando? —Gritó Ceeril mientras Velko salía por la puerta.

—Voy a ver.

—¡No! No me dejes —gritó el embajador—. ¡Se supone que no se me debe dejar solo! ¿Qué pasa con los hassarianos?

Pero la amenaza hassariana, real o imaginaria, era la menor de las preocupaciones de Velko. Delante de ella, el medoslean se había levantado de su cama repulsora, y tenía sus extremidades alrededor del cuello tanto de Okana como del serpenteante cirujano. Tarpfen ya estaba abalanzándose hacia adelante, con su bláster desabrochado.

—No dispare —gritó Gino’le antes de que el jefe de seguridad pudiera disparar—. Está teniendo una reacción al tratamiento. No sabe lo que hace.

—Necesitamos estabilizarlo —gruñó Okana con una voz casi irreconocible mientras señalaba violentamente hacia el suelo.

Los ojos de Velko se detuvieron en una jeringuilla que yacía fuera del alcance de los médicos.

—La aguja, ¡ahí!

—La veo —dijo Tarpfen, abalanzándose hacia el antídoto mientras el gigantesco paciente convulsionaba. Un tentáculo salió disparado y golpeó a la mon cala en la cabeza. Voló hacia atrás, con su cráneo impactando bruscamente contra una camilla médica cercana.

Velko no se detuvo a ver cómo estaba la jefa, ni siquiera cuando Tarpfen cayó al suelo. Con una extremidad extendiéndose hacia ella, Velko corrió hacia adelante, dejándose caer por debajo del tentáculo para recoger la inyección al pasar. Tratando de no pensar en el horrible traqueteo que emanaba de la garganta de Okana, rodó hacia arriba y clavó la jeringuilla en la coronilla del medoslean, presionando el émbolo. La cánula emitió un silbido y el medoslean se destensó. Su cuerpo rígido se desinfló como un globo y los tentáculos se aflojaron alrededor del cuello de los médicos.

—Gracias —jadeó Okana, liberándose y mirando a Gino’le—. ¿Está bien Doctor?

—Muy bien, enfermera —dijo la serpiente, examinando a su paciente, que roncaba levemente a través de su vocoder.

Velko se apresuró hacia Tarpfen, que estaba intentando usar el extremo de la camilla médica para incorporarse.

—Guau —dijo, mientras la mon cala se inclinaba hacia adelante—. Eso sí que fue un buen golpe.

—Y una buena pirueta por tu parte —reconoció Tarpfen, agarrando los brazos de Velko para estabilizarse.

Velko se permitió disfrutar del cumplido mientras el doctor Gino’le se acercaba corriendo, con las piernas de metal repiqueteando en la cubierta.

—Oh querida, querida, querida —gruñó, apuntando el flash de un sensor médico a los ojos de Tarpfen—. Una conmoción cerebral de nivel nueve si no me equivoco. Vas a necesitar algo de tiempo en un rejuvenecedor, Jefa.

—Demasiado trabajo por hacer —arrastraba las palabras Tarpfen, tratando de pararse sobre sus propios pies con poco éxito—. Me necesitan.

—Oye —dijo Velko—, puedo ocuparme de todo por aquí. Incluso del embajador Ceeril. Gracias por eso, por cierto. Es… bastante especial.

Tarpfen ofreció una sonrisa de boxeador noqueado, que Velko creyó era genuina, la cual se desvaneció en cuanto se escuchó un grito. Antes de que ninguno de ellos pudiera detenerla, la jefa había empujado a Gino’le a un lado y se tambaleaba hacia la habitación de Ceeril, donde una paciente rodiana miraba estupefacta a través de la puerta, con una mano tapándole la boca.

Tarpfen tropezó cuando alcanzó el umbral de la puerta, pero Velko la atrapó.

—Tranquila ahora.

—No pierdas el tiempo preocupándote por mí. Preocúpate por él.

Velko echó un vistazo y tragó saliva. El guardaespaldas del embajador estaba tirado en el suelo, había un enorme agujero donde debería estar su cabeza, pero eso no era lo peor.

El propio Ceeril estaba tirado sobre la cama, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta, y una columna giratoria de humo que salía de la herida de láser en el centro de su pecho.

CONTINUARÁ…


El siguiente número de la revista Insider, el 202, que está previsto para finales de mes nos traerá la conclusión de este relato. Si os habéis quedado con ganas, os recordamos que los dos anteriores relatos, que forman parte de una misma historia, los tenéis ya traducidos:

Starlight: Vamos Juntos. Parte 1, Parte 2.

7 comentarios el “Primera Tarea (Primera Parte). Traducción exclusiva del nuevo relato de La Alta República

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