Segundo Extracto de The High Republic: Carrera a Torre Crashpoint

Traducción por Mario Tormo
Os traemos la traducción exclusiva del segundo extracto de la novela de Daniel José Older, perteneciente a la segunda ola de material que está a punto de llegar como parte de la primera fase de La Alta República. Este sería el segundo adelanto si no tenemos en cuenta el que aparece al final del libro Un prueba de valor. Si queréis leer el anterior extracto lo tenéis disponible aquí.
Aunque la padawan Lula Talisola ha estudiado arropada por maestro Jedi Yoda, luchando a su lado contra su propia porción de tiranos, aún lidia con los principios Jedi. Con esta descripción nos introducen este extracto en la web de Star Wars. Carrera a Torre Crashpoint, la inminente nueva novela juvenil de la Alta República escrita por Daniel José Older tendrá a la padawan Lula, a su maestro Kantam Sy y a su amiga sensible a la fuerza Zeen viajando de vuelta al hogar de ésta última, Trimant IV, para saber más sobre el ataque Nihil que pudimos leer en el primer arco de los cómics The High Republic Adventures (tenéis reseñas de esos números #1 y #2). El libro sale en Estados Unidos el 29 de Junio.

El Maestro Jedi Kantam Sy caminaba de un lado a otro de la cubierta del Star Hopper mientras PZ1-3 se aproximaba cada vez más a Trymant IV. Sy era alto y delgado, con pómulos afilados y un impresionante moño. Parecía mayor de la edad que realmente tenía, y en parte era porque solía caminar sorprendentemente lento, como forma de meditación. Pero Lula había visto al Maestro Sy en acción, y ese comportamiento amable y relajado desaparecía en cuanto había vidas en juego.


Lula y Zeen se sentaron en sus puestos. Era extraño ser los dos únicos jóvenes en el Hopper. El puente normalmente estaba plagado de risas y parloteo, Farzala haciendo bromas y Qort explicando algo complicado mientras los demás chismorreaban o intercambiaban consejos. Pero todos los demás estaban luchando contra un ejército de criaturas de plantas carnívoras llamadas Drengir, y sólo quedaban Zeen y Lula.
Las estrellas brillaban en la oscuridad en el exterior de la cúpula transparente que cubría todo el nivel superior del Hopper. Lula y sus amigos a veces iban allí de madrugada con sus sacos de dormir y se acostaban boca arriba, viendo pasar la galaxia.
“Atentos, atentos”, dijo el Maestro Sy, ya preparado para la acción. «Aterrizaremos en un momento. La última vez que estuvimos aquí las cosas fueron muy diferentes, por supuesto. Tuvimos algunos enfrentamientos… ”
«Casi mueren un montón de ciudadanos», agregó Lula amablemente.
«¡E hice un nueva amiga!» Dijo Sy, mostrando una triunfal sonrisa a Zeen. “Ahora estamos aquí por una razón muy específica, y es para seguir una pista de la Jedi Vernestra Rwoh. Dejo que ella os cuente».
Una pequeña imagen azul de una chica, no mucho mayor que Lula, apareció parpadeando en el holograma. ¿Esa era Vernestra Rwoh? Tenía un rostro esbelto y amable y el cabello largo y liso. Llevaba el ropaje tradicional del templo, sencillo y ornamentado, y estaba de pie con la espalda muy erguida. Pero, ¿cómo podía ser tan joven? Un punzante emoción se despertó dentro de Lula, y trató de apaciguarla. Envidia. Ciertamente una sensación muy poco típica de un Jedi. Arrugó la nariz por el esfuerzo de controlar sus emociones.
Desde que tenía memoria, Lula Talisola había estado decidida a ser la Jedi más grande de todos los tiempos. Sabía que esta ambición no era propia de un Jedi, esta tampoco, pero supuso que iba a tener tiempo para conseguir mantenerla bajo control entre todos sus otros entrenamientos. Y de todos modos, si entrenaba lo suficiente y sobresalía en todas las habilidades posibles, no tendría que preocuparse por convertirse en la mejor ¡Sería la mejor!
Así que estudió, entrenó y meditó, al menos, el doble que todos los demás padawans que conocía. Se mantuvo en la primera posición de su clan. Supuso que iba por el buen camino, por regla general. Aunque conocer a Zeen, ver lo que podía hacer con la Fuerza, incluso sin entrenamiento, sí que había embajonado a Lula al principio. Pero Zeen se había convertido rápidamente en una de sus mejores amigas, y Lula descubrió que no debía preocuparse pensando en la asombrosa Jedi en la que Zeen podría haberse convertido, si se hubiera criado en la Orden Jedi en lugar de haber estado ocultando su sensibilidad a la Fuerza. No cuando se estaban divirtiendo tanto juntas.
¡Pero Vernestra ya se había convertido en una auténtica Caballero Jedi y era muy joven!¿Quién era esta chica?
Un fuerte empujón de Zeen sacó a Lula de su maraña de aturullamiento mental.
«¡Ay! ¿Qué?» Susurró.
«Lo estás haciendo otra vez», le respondió Zeen.
«¿Haciendo qué?»
«¡Pensar demasiado en algo y no prestar atención a lo que sucede a tu alrededor!»
Lula estaba muy molesta porque su amiga tenía razón. «¿Cómo lo sabes?»
«Estás rechinando los dientes».
«Y así», explicaba Vernestra, «examiné más a fondo los archivos del desastre de Trymant IV y descubrí la historia de vuestro grupo y Zeen Mrala». Asintió con la cabeza hacia Zeen, quien le respondió con un tímido saludo. “Los asaltantes Nihil con los que entraste en contacto podrían tener algo que ver con los que me enfrenté en Wevo. Por lo que tengo entendido, su ataque a Trymant IV no siguió sus habituales patrones de asalto».

Pasaron unos instantes incómodos; la joven Jedi miraba directamente a Zeen. Lula se dio cuenta de que estaba esperando a que Zeen dijera algo. Pero los zarcillos de la cabeza de Zeen apuntaban directamente hacia abajo, se habían tensado y su ceño estaba fruncido. Todo el lío con Krix y todo lo que había sucedido desde entonces era demasiado como para profundizar en ello, especialmente con una Jedi desconocida y a través de un holograma parpadeante.
«¿Es, eh, cierto», dijo Vernestra, con una voz repentinamente suave e insegura, «que uno de tus amigos más cercanos se escapó con los asaltantes enmascarados?»
Zeen asintió, con la cara completamente enfurruñada.
«Creemos que el anciano que los Nihil rescataron de la Emergencia en Trymant IV…»
«Anciano Tromak», dijo Zeen.
«Sí.» Vernestra parecía solemne. “Creemos que podría haber tenido algún tipo de conocimiento ancestral que los Nihil andaban buscando… El maestro Yoda fue a investigarlo, creemos…»
«¿Todavía no sabéis nada de él?» Preguntó Lula, tratando de no parecer demasiado preocupada. Lula pensaba que el Maestro Yoda era el mejor Jedi que había conocido la galaxia, y había estado con ella y los otros padawans durante la mayoría de sus aventuras en el Star Hopper. Nada había sido lo mismo sin él alrededor, pero siempre había creído que volvería.
«Nada», dijo Vernestra. «Pero mientras tanto debemos seguir investigando». Se volvió hacia el Maestro Sy y asintió respetuosamente. “Esperamos que tú y tus padawans podáis investigar por nosotros, maestro Sy. Y con la ayuda de Zeen, tal vez podáis obtener algunas respuestas de los ancianos que no se llevaron los Nihil».
«Lo haremos lo mejor que podamos», dijo el Maestro Sy. «¿Verdad, Zeen?»
«Sí, Maestro Sy.»
“Estoy seguro de que ya sabeis”, dijo Vernestra, “que estos asaltantes son despiadados, impredecibles y extremadamente peligrosos. No creemos que quede ninguno aún en el sistema Trymant, aunque eso no significa que no puedan volver».
“Lo sabemos,” dijo el Maestro Sy, quizás con un toque de orgullo en su voz. «Mis padawans ya se han enfrentado a ellos varias veces».
«Entrando en el sistema Trymant», anunció PZ1-3 desde el asiento del piloto.
Vernestra asintió con la cabeza hacia Sy, luego se volvió hacia Lula y Zeen. «Que la Fuerza os acompañe a todos». Y desapareció.
«Oh, queridos», dijo PZ1-3, y todos lo miraron. El droide se giró en su asiento y fijó sus brillantes ojos en Zeen. «Escuchamos informes de que el desastre había causado graves daños a la ecología del planeta, pero no teníamos idea del alcance de ese asalto».
«¿Qué?» Gritó Zeen, corriendo hacia la ventana frontal. Jadeó, con una mano en el hombro de PZ1-3.
Lula estaba justo detrás de ella. Trymant IV había sido un planeta de bosques frondosos, con sus ciudades encajadas entre árboles altísimos y lagos gigantescos; redes enteras de ríos se habían extendido a lo largo de la superficie, brillantes venas azules que se podían ver desde varios kilómetros de altura.
Ahora no parecía nada más que un polvoriento desierto rojo.
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