Extracto de la próxima novela Star Wars Jedi: Battle Scars

Traducción por Alex Randir.

Star Wars Jedi: Survivor, la secuela del videojuego ya clásico moderno Star Wars Jedi: Fallen Order está a unos meses de lanzarse, pero… ¿Qué ha pasado entre ambos relatos?

La próxima novela Star Wars Jedi: Battle Scars (Cicatrices de Batalla) que nos llegará el 7 de Marzo va a contarnos esa historia. El libro de Sam Maggs, creado en colaboración con Lucasfilm, Electronic Arts y Respawn Entertainment, sigue al Jedi Cal Kestis y a la tripulación de la Mantis cuando conocen a un soldado de asalto que está determinado a fijar su propio rumbo. El desertor Imperial conoce un objeto que podría ayudar en la lucha contra el Imperio, pero adquirirlo va a llevar a Cal y su banda a cruzarse en el camino del Quinto Hermano.

En este extracto exclusivo de StarWars.com, Cal trabaja para infiltrarse en una base oculta que pertenece al infame sindicato criminal Haxion Brood.

Llegar allí, sin embargo, es el verdadero desafío.

Con ello os dejamos:

Portada de la novela Star Wars Jedi: Battle Scars.

EXTRACTO

Hoy iba a ser un buen día para los Jedi.

El Jedi Cal Kestis se iba a asegurar de ello.

Cierto, era posible que él fuera uno de, quizá, dos que quedaban.

Pero… ¿esos Jedi? Iban a tener un buen día.

«Eh, colega, ¿la cosa está despejada?», preguntó Cal, su voz reverberando en sus oídos dentro de su yelmo. Desde su espalda Cal pudo escuchar dos pequeños golpes de su droide, el modo de BD-1 de comunicarse con él mientras iban en una misión de sigilo. Cal podía escuchar los trinos de BD-1 a través de las comunicaciones, pero el sonido implicaba un riesgo mientras trataba de escabullirse y el droide a veces prefería comunicarse de una forma más rápida y táctil, sabiendo que el resto de la tripulación no podía entenderlo de todas maneras. «Gracias, Bedé. ¿Te he dicho últimamente que eres el mejor?»

Una pausa. Y después:

Un golpecito.

Cal se rió. «Bueno, pues ahora te lo digo. No voy a volver a remolonear en hacerlo.»

Golpecito. Golpecito.

Un maldito buen día.

Lo cual no solía ser el caso, cuando un tipo estaba agachado en una roca espacial pequeña y que se movía rápidamente alrededor de un enorme asteroide en mitad del espacio profundo, pero la vida de Cal no era usual, y lo prefería así. Enfundado en un traje espacial completo, Cal recolectó con la mirada sus alrededores, respirando el aire reciclado lenta y pausadamente para no desperdiciarlo. El cinturón de deshechos que rodeaba el asteroide era denso; Cal debía avanzar saltando de pieza rocosa en pieza rocosa, cada pasito acercándole al asteroide principal de su centro, una roca excavada de forma masiva, hogar de una base de los Haxion Brood en la que Cal y su tripulación trataban de infiltrarse. Era irónico, considerando que la última vez que Cal había estado en una base de los Brood había sido para tratar de escapar de ella. En aquella época, en Ordo Eris, había sido capturado. Esta vez, el mejor movimiento era meter a alguien primero en la roca para deshabilitar los sistemas de seguridad para que nada pudiera detectar al Stinger Mantis, la nave de Cal, cuando entrase en órbita.

Y el mejor modo de hacerlo era ir saltando entre las pequeñas rocas hasta llegar a la superficie de la más grande. De un asteroide móvil a otro, volando a través del espacio sin ninguna atadura.

Sin problema.

Respirando profundamente y entrecerrando los ojos mientras se concentraba, Cal flexionó las rodillas antes de alejarse de la escarpada roca que tenía bajo sus botas.

No le llevó mucho tiempo. Un salto y Cal estaba… «en el aire» no eran las palabras adecuadas al no tener atmósfera ni aire a su alrededor. Era más como ir flotando. Era distinto de volar, del todo; cuando Cal se impulsaba hacia el aire con la Fuerza siempre sentía ese tirón en su estómago, el familiar aviso de que su cuerpo aún muy humano le alertaba del hecho de que estaba muy, muy alto por encima de la tierra, en el buen sentido. Pero allí fuera, en el espacio, lo percibía más como si nadase, propulsándose hacia delante, sin que su cuerpo tuviese el concepto de arriba o abajo, bien o mal, demasiado alto o demasiado bajo. Adelante, flotando, nada más.

Echaba de menos el pequeño apretón.

Cal apuntó a ir hacia el siguiente fragmento de asteroide, elevándose directamente hacia él con un propósito. Lento pero seguro.

La primera vez que su Maestro, Jaro Tapal, había llevado a Cal al espacio, le dijo a su Padawan: Una vez pones algo en movimiento en el espacio, seguirá moviéndose exactamente por ese camino, en esa dirección y a la misma velocidad, a menos que actúe hacia una fuerza sin equilibrar.

Hoy, significase lo que significase, Cal era esa fuerza sin equilibrar.

Con los brazos extendidos hacia delante de él, las manos de Cal buscaron rápidamente comprar el momento en que hicieron contacto con el siguiente fragmento flotante. El impacto de Cal hicieron girar al pequeño asteroide y a él mismo. Se agarró por su vida hasta que, tras lo que parecieron diez minutos pero seguramente fueron sólo diez segundos, BD activó las botas de agarre de Cal y, selladas magnéticamente, dieron un golpe que le hizo posarse en la roca, estabilizando al Jedi.

Temblando, Cal soltó la roca y poco a poco volvió a ponerse de pie. Estaba contento de que ese fuera su segundo y último salto. Estaba acostumbrado a balancearse de agarradera en agarradera, haciendo gigantes saltos de fe primero cuando trabajaba como chatarrero en Bracca y cuando se infiltró en una oscura fábrica Imperial tras otra durante esos años, pero por algún motivo contrario, la atracción gravitatoria le resultaba reconfortante a Cal. ¿Quería eso decir que, si se equivocaba en un salto o si sus garras para trepar le fallaban, se desplomaría contra el suelo hacia una muerte segura? Por supuesto. Un poco, probablemente. Pero también quería decir que no estaría condenado a morir flotando en solitario por el vacío hasta que se convirtiese en un seco pero horriblemente bien preservado témpano Jedi.

Eso era mucho, mucho peor.

«¿Has sobrevivido?», la voz de Merrin cobró vida con un chasquido en los comunicadores de Cal. Su acento y su modo de hablar frecuentemente retorcido hizo que la pregunta sonase simplista, como si realmente no le importase la respuesta de un modo u otro.

«¿Has oído algo, Bedé?», preguntó retóricamente Cal, conociendo lo suficiente a Merrin como para saber que el sonido de su voz por el comunicador fuera suficiente para satisfacer la sarcástica pero genuina pregunta de Merrin. «Parecía casi como si… ¿Como si alguien estuviera preocupada por nosotros?», añadió con una voz un poco cantarina.

«Debe haber sido tu imaginación», respondió contemplativamente Merrin. Hubo un latido de silencio, como si ella estuviera muy profundamente metida en sus propios pensamientos. «Sí, la próxima vez que necesitemos créditos te dejaremos en una cantina. Sobrevivirás.»

«Eh», interrumpió una voz. La de Greez. «Si alguien de por aquí va a recibir propinas por su aspecto, ese sería yo. Vosotros, los bípedos, no sois capaces de apreciar lo bien apreciado que soy por la gente que tiene buen gusto.»

Un montón de golpecitos fueran la respuesta desde la espalda de Cal. Se aseguró de apagar momentáneamente su comunicador antes de soltar una risotada.

«Si hemos acabado, gente», la voz más cere-moniosa de Cere (la forma favorita de pensar de Cal sobre su mentora y Maestra Jedi) ordenaba atención, incluso por los comunicadores. «Cal, ¿cuánto vas a tardar en aterrizar y darnos acceso?».

De vuelta al trabajo, entonces. Siempre.

Ahora, en el precipicio que suponía entrar en la base Brood, Cal se tomó un momento para evaluar la situación que tenía ante sí. Esta no era una misión típica; ninguna de las hazañas de la tripulación de la Mantis lo era, supuso. Pero incluso para ellos, esto estaba un poco fuera de su alcance.

Se irguió en una pequeña roca que giraba en mitad del espacio abierto, rodeada por los restos de un planeta en ruinas. Lo que había sido una vez, según le habían dicho a Cal, el verde y brillante hogar de millones, había sido masticado y escupido por las manos de un Imperio o corporación o algo más; era complicado seguir esas pistas, tras cierto punto. Lo que quedaba eran los fragmentos de lo que una vez fue, piedras y polvo e islas en el vacío, orbitando el antiguo núcleo sólido de hierro del planeta.

Era el núcleo lo que ahora miraba Cal, directamente sobre su cabeza. El núcleo y la base Brood excavada directamente en él, rodeada de un anillo exterior ensamblado a toda prisa con un con gran variedad de chozas y puestos de mercado ensamblados a toda prisa, y cubiertos por una burbuja de blindaje a prueba de vacío, con sensores para detectar naves de cualquier tamaño.

Pero no, convenientemente, para detectar algo de tamaño humano que resulta que llevaba equipada una mochila cohete.

O, en el caso de Cal, equipado con la suficiente valentía como para flotar sin una.

Greez le había explicado la mecánica de los sistemas de sensores de la base durante un informe de misión previo. El sensor de los escudos barría el asteroide lo suficientemente rápido para detectar algo más grande que una persona, pero lo suficientemente lento como para permitir a los cazarrecompensas un acceso individual a su base sin ser monitorizados.

Pero la tripulación de la Mantis era la mejor en lo que hacía. Y lo estaban haciendo ahora mismo.

Y por eso Cal estaba pasando tan buen día.

«Veo la plataforma de aterrizaje», Cal respondió a Cere. «Lanzamiento en tres, dos…»

Por, alabada sea, la última vez hoy, tras lo que parecían horas de saltar de roca en roca por el cinturón de asteroides, Cal sintió a BD liberar sus botas y se impulsó fuera de la última roca, lanzándose directamente hacia arriba. Experimentó un breve momento de desorientación al aproximarse de cabeza a la base: Arriba era abajo y abajo era arriba, ¿y realmente importaba en el espacio? Por eso Cal prefería que hubiera gravedad.

«Greez, mejor que tengas razón sobre esto», murmuró Cal, más para sí mismo, pero sin desactivar su comunicador, mientras su cabeza se aproximaba al escudo magnético con gran velocidad.

Sintió que su yelmo hizo contacto con la burbuja del escudo y, durante un segundo, sintió resistencia, como cuando empujabas la infame «Sorpresa de Gelatina» de Greez (la sorpresa era que estaba llena de sal) y, de forma extraña, parecía que te devolvía el empujón. Pero fue sólo durante un momento, y Cal lo atravesó.

Y de pronto ahí estaba su vieja amiga, la gravedad, para darle la bienvenida.

Cal volvió a pensar en todo lo que había meditado sobre cómo la echaba de menos. Ahora habría preferido seguir en el vacío, muchas gracias, porque ahora se dirigía de cabeza hacia el suelo, que se aproximaba muy rápidamente a su cara y…

Concéntrate.

Escucó las voces en su cabeza. No eran voces, en realidad, sino más una sensación, una memoria y un fantasma. Todo a la vez.

Y a sí mismo.

Cal no tenía ni idea de si la Fuerza era percibida igual or todos; había leído y escuchado todo tipo de descripciones desde que era un niño. De su primer profesor, Jaro Tapal. De su Maestra más reciente, Cere. De los otros iniciados con los que había entrenado antes de…

Antes.

Pero para Cal siempre había sido igual. Era como un pozo profundo, el más negro que uno puede imaginar, que le tragaba entero cuando se zambullía más y más en él, hasta un vacío donde el color y el sonido quedaban mudos, distantes. Era una expansión de su conciencia; una breve y directa conexión a la fuente de todas las cosas. Como extender tus brazos hacia adelante al meditar, acomodándote y moviéndote a través del vacío que conectaba a cada ser vivo, con sus ondas extendiéndose concéntricamente, como círculos entrelazados que afectan al mundo que te rodea. Esto había sido una vez mucho más difícil para él; había tenido que suprimir sus habilidades durante tanto tiempo que el vacío se había quedado estancado… Vacío. Pero ahora, años después, tras gran práctica y concentración y en paz con el presente…

Ahora Cal intentaba alcanzar la Fuerza, y la Fuerza le alcanzaba a él.

Con una velocidad y equilibrio a las que muchos no deberían – podrían – acceder normalmente, Cal logró aterrizar primero con los brazos, flexionándose y rodando sin problema. Un movimiento que, en otras circunstancias, le habría roto el cuello.

Saltó de nuevo para ponerse de pie antes de poder considerarlo mucho más.

«He aterrizado», informó Cal con calma por su comunicador. Se acurrucó en las sombras de la esquina del edificio más cercano.


Star Wars Jedi: Battle Scars (Cicatrices de Guerra) llegará el 7 de Marzo, y Star Wars Jedi: Survivor llegará el 28 de Abril.

Fuente: StarWars.com

¡Que la lectura os acompañe!

Un comentario el “Extracto de la próxima novela Star Wars Jedi: Battle Scars

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